En respuesta al auge del mercado inmobiliario, los principales desarrolladores de los Emiratos Árabes Unidos están optando por establecer sus propias divisiones de construcción, reduciendo su dependencia de contratistas externos. Esta estrategia busca agilizar los plazos de entrega, mejorar el control sobre los proyectos y optimizar el flujo de caja. No obstante, analistas del sector advierten que esta tendencia también podría acarrear ciertos desafíos.
Emaar Properties, el gigante inmobiliario detrás del icónico Burj Khalifa, ha creado una nueva unidad de construcción llamada Rukn Mirage, bajo su filial Mirage, según confirmó un vocero de la empresa a Reuters. Emaar se suma así a desarrolladoras como Samana Developers, Ellington y Azizi, que en los últimos dos años también han puesto en marcha sus propias unidades de contratación interna.
Por su parte, Arada —empresa cofundada por el príncipe saudí Khaled bin Alwaleed bin Talal Al Saud— informó que a principios de este año adquirió una participación en una firma australiana de construcción, con la intención de integrarla a sus operaciones en los Emiratos Árabes Unidos antes de 2027.
El crecimiento del mercado en Dubái ha sido vertiginoso: entre 2020 y finales de 2024, los precios inmobiliarios se dispararon un 70 %, impulsados en parte por la estrategia gubernamental de duplicar la población del emirato para 2040. A pesar del aumento del 83 % en los lanzamientos de proyectos en 2024, las finalizaciones de obras cayeron un 23 %, evidenciando cuellos de botella en la ejecución.
Este contexto ha generado una escasez de contratistas disponibles y una creciente competencia por su contratación. Samana Developers, por ejemplo, había proyectado que su división interna asumiría solo el 20 % de las obras al inicio; sin embargo, hoy gestiona hasta el 90 % de sus nuevos proyectos. El número de ofertas de contratistas externos ha disminuido drásticamente, pasando de unas 30 por proyecto en años anteriores a solo dos o tres en la actualidad.
Aunque la integración vertical permite a las desarrolladoras tener mayor control —desde la adquisición del terreno hasta la entrega final— y está alineada con el objetivo nacional de autosuficiencia en sectores clave, también implica mayores riesgos. Según Gordon Rodger, socio director de la consultora Stonehaven, asumir toda la cadena del desarrollo puede aumentar la complejidad operativa y dejar a las empresas más vulnerables en caso de una desaceleración económica.